En la obra de Padrón podemos diferenciar algunas etapas:
Etapa inicial: 1949-1960: La búsqueda de un estilo propio.
Podemos definir dos momentos diferenciados en este periodo:
Desde la finalización de sus estudios en la escuela Central de San Fernando en 1949 hasta el año 1956; se puede considerar un periodo de búsqueda marcado aún por el academicismo, donde abundan retratos y bodegones que, tras el regreso a la isla, empiezan a incorporar el paisaje insular a sus fondos. Poco a poco los tipos y tradiciones populares hacen su aparición en los contenidos.
Destacan Niñas con mariposas (1950), Florero (1953), Aguadoras (1954) y Viacrucis (1954).
En 1956 comienza un período que culminaría tres años más tarde. Aparecen una serie de características que marcaran su estilo hasta el final de sus días: los rostros romboidales, las manos y pies cuadrados o rectangulares, los ojos almendrados, cuellos trapezoidales. La gruesa línea negra que limita la figura, la apuesta por el primitivismo que aporta la concepción bidimensional y la vivacidad colorista con la combinación de verdes, naranjas, negros, amarillos, rojos…le vinculan al expresionismo al que se adscribe “sin desgarraduras”. Es, en esa banda ancha del expresionismo, donde mejor se encuadra la obra de Padrón. El medio para expresar la forma se nutre en el primitivismo, en la sencillez de trazos impresos en la pintura y estatutaria aborigen.
Destacan La alfarera (1960), Echando las cartas (1960) y Paisaje (1960)
Perido de crisis: 1960-1964: la lucha entre la abstracción y la figuración
Desde 1960 hasta 1964, coincidiendo con una etapa de crisis, se produce uno de los periodos más interesantes desde el punto artístico. Una autocrítica profunda le lleva a cuestionar la validez de todo su arte; Padrón, que siempre había rechazado el informalismo por insuficiente, se siente anacrónico ante lo que parecía ser una aceptación generalizada de la abstracción. De los más de treinta cuadros realizados en este periodo, unos veinte, obedecen a unaexperimentación con nuevas técnicas, dripping, objecttrouve y collages, y a la incorporación de nuevos materiales como arenas, tierras, papeles, maderas, plásticos, etc.
Destacan una seria denominada genéricamente como Cuadro nº 1, nº 2, nº 3, etc. (1962-1964).
Paralelamente, Padrón también desarrolla una obra más formalista, que no es ajena a esa experimentación y que aportará a la obra futura una característica especial: el engrosamiento de sus pinceladas que hacer una pintura prácticamente tallada, con texturas que parecen comportarse como altorrelieves en un espacio bidimensional, sin perspectiva. También generalizará durante esta etapa el uso definitivo del tablex y la desaparición del lienzo como soporte.
Destacan Mujer infecunda I y II (1962), La tienda y Echadora de cartas (1963)
Triunfo de la figuración: 1964-1968. La madurez artística
Por último, a partir del año 64, parece encontrar su "estilo". Con En la exposición (1965), Antonio Padrón, en tono irónico y socarrón, parece zanjar su incursión por la abstracción: tres mujeres contemplan con perplejidad e inaccesibilidad un cuadro abstracto. Tras la crisis surge un artista maduro, con un estilo personal que apuesta por una figuración cada vez más esquemática y que encuentra, en el vigor de la espátula y en la economía cromática, los instrumentos adecuados para desarrollar una desbordante creatividad al servicio de una expresividad emocional cercana al expresionismo nórdico. Su pintura es más profunda, más expresiva, más contundente. Toda la búsqueda realizada con anterioridad cobra sentido y se plasma con eficacia en sus últimas obras.
Destacan Campesina y la serie de la Lluvia I,II (1967) y La lluvia III y Niño enfermo (1968).